Mitologías Meritocráticas

Carta #
45

Dos dados en movimiento sobre un fondo azul


Cómo el azar se disfraza de virtud

Mil quinientos euros separan la supervivencia del lujo en España. Esa cifra determina si duermes tranquilo o despiertas calculando. No es mucho dinero, pero marca la frontera entre quien puede permitirse rechazar trabajos y quien acepta cualquier cosa. Entre esa línea y la siguiente hay otro abismo, los que tienen para vivir y los que tienen para no pensar en dinero jamás.

Steve Jobs no era ingeniero. Era un comercial carismático que supo estar en el lugar exacto cuando Wozniak necesitaba un socio. Edison compró la mayoría de sus patentes a inventores sin recursos. Los hermanos Wright volaron después que otros, pero supieron mercadear mejor su versión. La diferencia entre genio e impostor a menudo se reduce a quién llega primero al registro de patentes o a quién tiene mejor acceso a capital.

Esto incomoda porque desmonta el relato meritocrático sobre el que construimos el sistema de recompensas. Si gran parte del éxito responde a timing y capacidad de apropiación más que a talento puro, entonces muchos fracasos son igualmente arbitrarios. La sociedad necesita creer que el esfuerzo garantiza el resultado. Sin esa ficción, la legitimidad de toda la estructura se tambalea.

Musk no duerme en Tesla por amor a la humanidad. Su sistema nervioso aprendió a confundir adrenalina con propósito. Crisis significa supervivencia, supervivencia significa éxito. Es un circuito que se retroalimenta hasta volverse adicción. Necesita el estrés para sentirse vivo y justifica esa dependencia química con misiones grandilocuentes sobre colonizar Marte. Funciona porque canaliza esa compulsión hacia objetivos que trascienden su neurosis personal.

Conozco empresarios que operan con lógica similar pero sin la coartada tecnológica. Buscan reproducir la sensación de importancia que experimentaron la primera vez que cerraron una venta grande. Viven persiguiendo el subidón químico de sentirse indispensables. No pueden parar porque parar significa enfrentarse al vacío que llevan disimulando con actividad frenética. La diferencia es que algunos construyen imperios reales en el proceso.

La trampa del emprendimiento contemporáneo vende escape mientras te ata más fuerte. Te prometen ser tu propio jefe sin mencionar que serás el empleado más explotado que hayas tenido. Libertad financiera mientras te encadenas a métricas que dictan cada decisión. Pero también es cierto que algunas personas necesitan esas cadenas autoimpuestas para dar lo mejor de sí mismas.

Durante milenios, identidad y función coincidían. Eras herrero porque tu padre era herrero. Tu valor se medía por qué tan bien cumplías un rol predefinido. La ansiedad moderna nace de haber destruido esa coherencia sin reemplazarla por algo igualmente estable. Ahora cada uno debe inventarse su propia definición de éxito, lo cual otorga libertad extraordinaria a cambio de incertidumbre permanente.

El dinero es invento reciente. Nuestro cerebro sigue calibrado para valorar estatus social y pertenencia al grupo, no cifras abstractas en cuentas bancarias. Por eso el reconocimiento social genera satisfacción más duradera que los bonos financieros. Por eso algunos prefieren trabajos mal pagados en empresas prestigiosas antes que salarios altos en sectores sin glamur.

Frankl lo entendió en Auschwitz. Sobrevivir requiere un proyecto que trascienda la supervivencia inmediata. Si tu única razón para levantarte es acumular más de lo que ya tienes, estás construyendo una prisión con barrotes de oro. El sentido no se compra, se construye, y esa construcción exige materiales que el mercado no vende.

He visto el momento exacto en que alguien descubre que su proyecto de vida era una estafa. Sucede cuando consiguen la cifra que perseguían durante años y sienten únicamente el impulso automático de duplicarla. Algunos se drogan, otros se divorcian, unos pocos tienen la claridad de parar y preguntarse qué estaban buscando realmente. Los más inteligentes reformulan el juego sin salirse del tablero.

La grieta del sistema aparece cuando comprendes que puedes redefinir las reglas. El éxito puede ser hacer reír a tus hijos cada noche. Puede ser dormir sin medicación. Puede ser contribuir a algo que funcione cincuenta años después de tu muerte. Pero también puede ser ganar suficiente dinero para financiar esas otras versiones de éxito sin preocuparte por la supervivencia.

Yo tardé demasiado en entender que perseguir reconocimiento profesional era una forma sofisticada de mendigar aprobación parental. Cuando finalmente lo dejé, perdí ingresos pero recuperé domingos. El intercambio valió la pena, aunque tardé meses en dejar de sentir que estaba traicionando alguna versión ambiciosa de mí mismo. Algunos necesitan esa traición para crecer.

La lealtad se erosiona porque confundimos flexibilidad estratégica con derecho a la traición sistemática. Cuando cada relación se evalúa trimestralmente, cuando la gratitud se considera ingenuidad, cuando los compromisos tienen fecha de caducidad, construyes una sociedad eficiente pero frágil. Funciona mientras los incentivos están alineados.

El único filtro que distingue propósito real de distracción sofisticada es temporal. Si el adolescente que fuiste a los quince estaría orgulloso de en qué te convertiste, y si tu bisnieto tendría algo que agradecerte dentro de cincuenta años, vas por buen camino. Si ambas respuestas son no, tienes un problema que ninguna estrategia de optimización puede resolver.

Todo lo demás son variaciones sobre el mismo tema, cómo vivir sin desperdiciar la única oportunidad que tienes.

🗨️ 3 Perspectivas compartidas

  1. Avatar de Javier Fernandez
    Javier Fernandez

    La observación sobre el papel del azar y el timing en el éxito empresarial invita a reconsiderar nuestras concepciones sobre el mérito y el esfuerzo. Es plausible que la cultura empresarial se beneficie de una mayor apertura hacia modelos más inclusivos que reconozcan la diversidad de caminos hacia el éxito, más allá de la mera competencia individual
    Gracias Medhi

    1. Avatar de Mehdi Belkacem Chibani Oughlis
      Mehdi Belkacem Chibani Oughlis

      Asi es Javier ! Gracias a ti

  2. Avatar de Iker

    Yo creo que seria pertinente investigar cómo las instituciones pueden reconfigurar sus políticas para fomentar un entorno más inclusivo, donde eltalento no dependa unicamente del contexto

Responder a Mehdi Belkacem Chibani Oughlis Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *