Sareb Cede Terreno a Siete Bancos


El mercado no perdona y la banca lo sabe. La Sareb acaba de tragarse su segunda derrota contra siete bancos y ni siquiera se atreve a pisar el Supremo. Hace más de una década nació para limpiar la basura inmobiliaria que nadie quería tocar. Hoy, esa basura huele peor. Los jueces han dejado claro quién tiene el poder y quién no. La banca juega en casa, con sus reglas, y cuando pierde un peón se cobra un edificio entero.

Estamos en un momento donde las empresas que no entienden la velocidad del cambio acaban en la cuneta. Sareb pensó que podía tensar la cuerda con las entidades que la alimentaron. Resultado: millones evaporados, imagen por los suelos y un precedente que deja a sus acreedores con la sartén por el mango. Esto no es una anécdota, es un síntoma. El sistema no protege al débil, protege al que controla el flujo del dinero.

En este juego no gana el que tiene razón, gana el que puede aguantar más rondas sin sangrar. Un pleito así no solo vacía cuentas, erosiona confianza y destruye cualquier negociación futura. Cuando un jugador grande renuncia a seguir peleando, envía un mensaje a todo el mercado: no hay músculo, no hay estrategia, no hay futuro.

Adaptarse ya no es una opción, es sobrevivir o morir. Las reglas son duras y cada ciclo lo confirma. Aquí no hay red de seguridad para el que se queda atrás. Solo quedarán dos tipos de empresas. Las que entienden que este tablero es guerra total. Y las que van a ser barridas sin que nadie recuerde su nombre.

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