La Juventud Rompe el Pacto Fiscal


Un tercio de los jóvenes en España dice que viviríamos mejor sin impuestos. No hablan de bajarlos, hablan de borrarlos. Ese dato rompe el relato cómodo que muchos siguen repitiendo como un mantra. El Estado del bienestar no se discute, se da por hecho. Pero la generación que más sufre la precariedad lo está poniendo en duda a cara descubierta. Y no lo hacen desde la teoría, lo hacen desde la experiencia de pagar mucho y recibir poco.

El 42 por ciento de los españoles apoya subir impuestos si eso significa más servicios. Es el porcentaje más alto de Europa junto con Suecia. Pero cuidado con ese espejismo. A nadie le preguntan si está dispuesto a pagar él mismo. La trampa es creer que la cuenta la va a pagar otro. La juventud no compra esa ilusión porque ve sus nóminas achicadas y no ve contrapartida. Un joven de entre 17 y 30 años entrega en impuestos el 37 por ciento de su renta y recibe un 22 por ciento en prestaciones. Su saldo negativo es del 15 por ciento. Entre 30 y 40 años la carga sube al 40 por ciento. Son los que más pagan. Y aun así, siguen atascados en alquileres imposibles, salarios de miseria y cero ayudas reales.

Los mayores lo ven al revés. Para ellos los impuestos son intocables porque financian pensiones y sanidad. Y con lógica, no con ideología. Ellos reciben más de lo que ponen. Por eso menos de un 10 por ciento de jubilados cree que se viviría mejor sin impuestos. Esta fractura no es ideológica, es generacional. Los que ya cobran del sistema lo defienden. Los que solo pagan lo cuestionan. Y ese choque se está convirtiendo en una bomba política.

Durante décadas la juventud se asoció con el voto de izquierdas y con la fe en la redistribución. Ese vínculo se está rompiendo a la vista de todos. La nueva generación siente que el contrato social está diseñado para mantener a otros, no para ayudarles a ellos. Y cuando una parte entera de la sociedad empieza a creer que las reglas del juego no sirven, no lo arreglas con discursos ni con propaganda. Lo arreglas con hechos, con vivienda asequible, con un sistema que no les expulse.

La realidad es incómoda. El Estado del bienestar español está sostenido por una minoría cada vez más desencantada. Si esa minoría decide dar un portazo, el edificio entero tiembla. El mercado no espera a que los políticos se aclaren. Se adapta. Se reorganiza. Se protege. Y lo hace sin pedir permiso. Quien crea que esta frustración juvenil es un capricho pasajero no ha entendido nada. Aquí se están gestando los ganadores y los perdedores del próximo ciclo.

Exprésate. Tu voz importa

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *