La Inflación Silenciosa


La inflación no está muerta. El 2,7% parece una cifra tranquila, pero es un espejismo. La subyacente, la que de verdad desnuda el sistema, sigue empujando y escala al 2,4%. Dos meses seguidos al alza. Eso significa que los precios pegajosos, los que no se mueven con el petróleo ni con la fruta de temporada, siguen subiendo. Y cuando suben esos, lo demás es ruido.

Las familias no sienten alivio porque los salarios no corren al mismo ritmo. El Ministerio habla de poder adquisitivo recuperándose. Es una ilusión estadística. La gente en la calle no gasta porque la confianza está perforada. En los negocios se ve aún más claro: los márgenes se aprietan, los costes estructurales ya no bajan, y lo que parecía un respiro de verano es una trampa.

Las empresas que creen que esto es estabilidad se están engañando. La realidad es que el consumo está fracturado. El que vende volumen empieza a sangrar porque no puede trasladar precios. El que vende valor tiene que justificarlo cada día. La electricidad no explotó como en 2024, los alimentos se moderaron algo, pero nada de eso cambia la tendencia interna. El monstruo no está en la portada, está debajo de la alfombra.

El IPC armonizado confirma lo mismo, un 2,7% congelado que oculta un núcleo en movimiento. Bruselas lo mira con lupa y no perdona. La inflación de segunda ronda es la que mata negocios, no la de portada. En agosto no hubo variación mensual, pero tampoco retroceso. Esto no es freno, es estancamiento.

El mercado no premia la calma aparente. Premia la capacidad de adaptación en ciclos donde la narrativa oficial es estabilidad mientras el tejido real se erosiona. El empresario que no entiende esta diferencia se convierte en presa. El que se anticipa sobrevive. Entre ganadores y perdedores no hay término medio en un entorno así.

Este no es un momento de esperar. Es un momento de reestructurar, de matar lastre, de invertir en eficiencia sin disfraz. Los que confunden la pausa con descanso están firmando su salida. Porque cuando el dato final salga en septiembre no cambiará nada esencial. La inflación se mueve lenta, pero muerde fuerte. Y siempre lo hace en silencio, justo cuando la mayoría ya se había convencido de que estaba bajo control.

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